Cuando alguien nos ha herido, particularmente alguien a quien le hemos brindado nuestra confianza y cariño, duele mucho aceptar esa “traición”, nos llenamos de dolor, rabia y resentimiento. Es difícil olvidar y menos aún perdonar, nuestros pensamientos están en el pasado, repasamos constantemente el suceso doloroso, nos empezamos a enfermar, a deprimir, y nos quedamos espiritual y físicamente paralizados, intoxicados por la situación que estamos experimentando. Nos encerramos en esa energía y nos ponemos desconfiados, temerosos de ser heridos nuevamente. Claramente, avanzar en cualquier aspecto de nuestra vida, con esa energía tan pesada a cuestas, es imposible. Por esa razón, si verdaderamente quieres salir de ese estado de amargura, es indispensable que empieces a incorporar la palabra “ACEPTACIÓN” a tu vida hoy. Aceptar el suceso doloroso, nuestra historia, tal y como fue,...