Afinaciòn Semanal Kabbalah










Dentro de cada uno de nosotros hay dos Luces. Una Luz es estable, constante, La otra es una chispa que parpadea. Ambas nos empujan a buscar las otras Luces (las personas) con las que estamos conectados y a completar nuestra misión con ellas en este mundo.

Hay ciertos momentos en nuestra vida en los que podemos sentirnos estancados; quietos; incluso encarcelados. Estamos en el proceso de buscar esta Luz estable dentro de nosotros. Y eso requiere paz y tranquilidad, estabilidad y consistencia.

Hay otros momentos en nuestras vidas en los que podemos encontrarnos en una búsqueda externa, cambiando constantemente de lugares y escenarios, viajando en búsqueda de otras Luces que necesitamos para poder brillar con fuerza. Nuestras Luces se unen y se convierten en una llama más grande.

Al final del día, lo más importante es cómo compartimos nuestra Luz con las personas que transitan este camino con nosotros, y encontrarlas. Cada día conocemos a personas que forman parte de nuestro proceso, y nosotros formamos parte del suyo. Pero, ¿somos conscientes de que también necesitamos ayudarles a alcanzar su meta, su destino?

Estar en este camino espiritual significa que hemos decidido que no nos basta con arreglarnos a nosotros mismos. Si eso fuera cierto, podríamos mudarnos a la India y vivir en solitud. Eso no es suficiente para nosotros y no es suficiente para el mundo. Necesitamos que los caminos y los procesos de las otras personas sean una prioridad en nuestras vidas.

Algunos de nosotros vivimos en un solo lugar durante toda nuestra vida. Otros se encuentran mudándose constantemente de lugar en lugar. De cualquier forma, la razón por la que nos vamos o nos quedamos es porque se cruzarán en nuestro camino personas con las que tenemos que compartir Luz.

Esta semana, busquemos la Luz en los ojos de las personas que están a nuestro alrededor, y esforcémonos por prestar más servicio a los demás.


Todo lo mejor,

Yehudá

Secuencia de los 72 Nombres conectada a esta semana







Este Nombre me ayuda a recibir cuando comparto y a compartir cuando recibo.

Veo la oportunidad que da el compartir y estoy consciente de que cuando recibo con la actitud correcta, también estoy compartiendo. Este es el sistema de circuitos de la vida.

Cuando me conecto a él, salgo del agujero negro y entro a la Luz.



Hace unos cientos de años vivió un posadero que siempre ofrecía a los eruditos, los sabios y los maestros un lugar limpio en el que alojarse y una comida caliente que llevarse a la boca. Más tarde en su vida, sintió la necesidad de estudiar espiritualidad y sumergirse en la meditación y la oración. Entonces decidió entregarle la posada a su hijo para poder alcanzar lo que él concebía como una vida más espiritual.

Su hijo tenía una mente más de negocios que caritativa, y a medida que pasaba el tiempo se hacía cada vez más evidente que no iba a seguir los pasos compasivos de su padre.

Uno de los kabbalistas más grandes de aquella generación buscó al viejo posadero hasta encontrarle y le preguntó sobre el cambio repentino en la administración de la posada. El posadero explicó: "He cuidado de esta posada durante décadas, tal como mi padre hizo antes de mí. Pero ahora, a mi edad, me preocupa mi propio desarrollo espiritual y quiero tomarme tiempo para conectar con el Creador antes de que mi tiempo se acabe en este mundo".

A eso respondió el kabbalista: "Cuando las personas venían a tu posada tú las invitabas a pasar, las alimentabas y les ofrecías un lugar respetable en el que descansar de su viaje. Éste, amigo mío, era tu propósito en este mundo. Cuando llegues arriba, nadie te preguntará por qué no memorizaste los textos antiguos o alcanzaste la grandeza espiritual".

"Tú viniste a este mundo para ayudarnos a todos a hacer nuestro trabajo. Y debido a que nos permitiste hacer mejor nuestro trabajo, tú recibes todas las bendiciones, la energía y la conexión con el Creador, del estudio y el trabajo espiritual que nosotros realizamos. Para ti, cien años de estudio no revelarán tanta bondad ni Luz como una noche de la atención que diste a estos sabios".

El posadero agradeció al kabbalista y regresó a trabajar en la posada. Cultivó en su hijo un respeto por la espiritualidad, así como una gran enseñanza.

Todos y cada uno de nosotros tenemos una tarea específica en este mundo. Si cumplimos esta tarea, revelamos el máximo de Luz para nosotros mismos y para el mundo. No todo el mundo está destinado a ser un erudito o un guía espiritual. Cada persona tiene que encontrar su sitio, su pieza única del rompecabezas, en la que hace y da lo mejor de ella.

A menudo, eso se lleva a cabo de la forma más ordinaria, y en lugares ordinarios.

Siempre nos fijamos en aquello que no estamos haciendo. En vez de eso, considera cómo puedes hacer más bien en lo que estás haciendo.




Cuando hacemos nuestro trabajo espiritual –compartiendo, transformándonos, compartiendo de nuevo– muchas veces tenemos la oportunidad de ayudar a otras personas a volverse más fuertes y más exitosas. Es importante recordar que aunque ellas no atribuyan su crecimiento o su éxito a nuestra contribución, no significa que no hayamos tenido éxito.

A menudo esperamos las gracias, el crédito, el reconocimiento de nuestra participación en el proceso. Lamentablemente, cuanto más esperamos, y más esperamos, en realidad más lo perdemos.

Nos confundimos acerca de lo que es nuestro y lo que no lo es. Ya se trate de nuestra carrera profesional, nuestros amigos o nuestra familia, cuando sentimos que algo es nuestro, empezamos a perderlo. Si observas el éxito verdadero, éste siempre viene sin apegos. Debe ser menos importante para nosotros cómo ven los demás nuestra contribución y es más importante cómo el universo la tiene en cuenta.

Cuanto más apego tenemos, en realidad menos obtenemos. Cuanto más control queremos, menos acabamos controlando. Cuando soltamos, no que renunciemos a nuestra responsabilidad sino cuando actuamos como un verdadero líder, dando libertad de acción al segundo y tercer nivel por debajo del nuestro, podemos hacer y lograr mucho más.

Soltar significa confiar más en el Creador. Saber que puedes llegar a más personas y compartir más si controlas menos y dominas menos, no es fácil de implementar. Esto requiere un cambio de conciencia.

El buen liderazgo viene con la confianza y la delegación de responsabilidades; eso le da poder a la gente que está detrás de ti o por debajo. Cuanto más éxito queramos tener, más necesitamos encontrar una forma de compartir parte de esa presión y ese control con la gente que está a nuestro mando, y animarles a que ellos hagan lo mismo que con los que están a su mando, y así sucesivamente.

El universo funciona de forma que un poco de todo lo que tenemos y trabajamos no puede ser para nosotros; no podemos disfrutarlo, beneficiarnos y hacer uso de esa parte. Intentar aferrarnos a todo sólo hace que las cosas se vuelvan más pequeñas.

Nada es completamente nuestro. El universo va a enseñarnos eso por el camino más duro si no lo entendemos por nosotros mismos. Y cuando se trata de esas personas –hijos, amigos, familia y compañeros de trabajo– a las que sabemos que podemos influenciar para mejor: ¿cómo podemos asegurarnos de que las lecciones que reciben de nosotros serán las adecuadas? Cuanto más soltemos y no intentemos tener el control absoluto, más podrá el universo suplementar su proceso de aprendizaje.

¿Cómo podemos asegurarnos de que esa experiencia o lección es la que necesitan experimentar? No intentando controlar todo. El universo y otras personas les enseñarán, de la misma manera que el universo nos enseña a nosotros.

Durante esta semana, pues, practica el desapego. Suelta el control. Deja que todo el mundo goce de los frutos. Cuando plantas una semilla, cien personas pueden gozar de los frutos, así que no trates de quedarte tú con todos.

Todo lo mejor,

Yehudá


Cada uno de nosotros tiene una lista de personas en su vida con las que sabe que puede contar. Y para la mayoría, si no es que para todos , es bastante corta, y no se debe a que no seamos amorosos ni amistosos ni nos ocupemos de los demás.

Es porque la mayoría de nuestras relaciones existen para servirnos.

Cuando llamas a un amigo para ir al cine o para que venga a tu casa a ver un partido, no lo haces por ellos; lo haces por ti. Es cierto, quizá ellos se diviertan en el proceso, pero ese no suele ser el objetivo.

Esto es así porque en lugar de buscar personas a quienes dar, nos enfocamos en buscar a personas que puedan darnos. Así, cuando llamamos a nuestros amigos buscando a alguien con quien pasar el rato, no somos mejores que un operador de venta telefónica que nos llama durante la cena. Un vendedor telefónico quiere algo de nosotros; nosotros queremos algo de nuestros amigos.

De esta forma acabamos limitándonos a nosotros mismos pasando la mayoría de nuestro tiempo con personas que nos dan, en lugar de enfocarnos en encontrar a personas a las que podemos dar.

El problema es que a veces sentimos que necesitamos a alguien, pero en realidad no necesitamos a nadie. Nuestra energía —que significa nuestra confianza, inspiración, autoestima y fuerza— debe venir de la Fuerza de Luz del Creador, no de un ser humano. No hay nada malo en querer contacto humano, pero es mucho más poderoso tenerlo y no estar necesitados de él.

¿Has mirado alguna vez a tu alrededor y has sentido como que no entendiste a las personas en tu vida, o que ellas no te entendieron? ¿Quizá te sentiste inferior, o tal vez superior? Esto sucede porque no buscamos almas a quienes dar. Buscamos almas que nos den.

Esta semana, me gustaría retarte a que pienses sobre tus relaciones. Y no sólo a que pienses diferente, sino también a que actúes diferente.

En lugar de analizar qué obtienes de cada una de tus relaciones, hazte estas preguntas:

  • ¿Cómo puedo ser útil para esta persona?
  • ¿Conozco realmente cuáles son los problemas de esta persona?
  • ¿Sabe esta persona lo que siento por ella?
  • ¿Estoy en esta relación como una vasija (receptor) o como la Luz (dador)?

Si compartimos de la forma adecuada, siempre obtendremos algo de regreso. Ésta es la naturaleza del universo. Puede ser que no lo recibamos de forma inmediata, pero debemos saber que lo que se va, vuelve.

Y esta semana, si nos alejamos de la idea de ser un receptor y nos acercamos a ser un verdadero dador, crearemos un gran cambio, no sólo para nosotros mismos sino para el mundo entero

Al final del Camino

Rav Áshlag, el fundador del Centro y autor del comentario del Sulam y la traducción del Zóhar, habla mucho sobre la Redención Final y sobre cómo nuestro mundo se transformará en un lugar mejor. Él sabía y enseñaba que esta transformación podía llegar en cualquier momento. Pero también tenía un plan B. Él sabía que si la Redención Final no llegaba en su día, quería al menos crear un camino hacia esa Redención. Escribió Las Diez Emanaciones Luminosas, el comentario del Sulam y otras innumerables obras, todo para asegurar la existencia de un camino hacia esta Redención.

Rav Brandwein, su estudiante, hizo lo mismo. Él sabía que se podía crear una nueva realidad en cualquier momento. Sin embargo, empezó una traducción del Tikunei HaZóhar y comenzó a llevar la Kabbalah a los profanos en la materia, a los obreros y a todos aquellos que no eran eruditos. El Plan A era la Redención, pero él también tenía un Plan B.

Todos y cada uno de nosotros necesitamos trazar un Plan A y un Plan B para nosotros mismos. Por una parte, si mañana se produce una finalización total del dolor y el sufrimiento, mi plan no habrá servido de nada. Pero si no ocurre mañana, ¿cómo me veo a mí mismo dentro de 10, 20 ó 40 años?

La primera pregunta es: ¿me veo a mí mismo como un padre o madre, abuelo o abuela, o incluso bisabuelo o bisabuela en este camino de la espiritualidad? ¿Estudiarán también mis hijos y mis nietos esta sabiduría? ¿Vemos ese camino? ¿O estamos tan frustrados con nuestro camino actual que no logramos ver tan allá en el tiempo? ¿Hay barreras en nuestras vidas ahora mismo que no nos dejan vernos a nosotros mismos llegando al final del camino?

El camino ya ha sido trazado para nosotros. Rav Áshlag tradujo el Zóhar para que tú y yo pudiéramos estudiarlo. Ran Brandwein lo llevó a la gente común. Hace cuarenta años, mis padres, el Rav y Karen Berg, lucharon para llevar esta sabiduría tanto a los hombres como a las mujeres de cualquier procedencia. El Centro de Kabbalah está ahora trabajando duro para llevar esta sabiduría a todos los rincones del mundo. Estamos entrenando a profesores en todas las lenguas y podemos incluso afirmar que la Kabbalah ha llegado al Círculo Polar Ártico.

Pero tú y yo como individuos necesitamos poder ver nuestro camino hasta el final; quizá no hasta llegar a esa realidad que los kabbalistas llaman inmortalidad, pero si el tiempo va en esta dirección, ¿nos vemos a nosotros mismos en este camino? Esta es una elección que debemos hacer. La sabiduría, los libros y las enseñanzas todavía estarán disponibles. Tendrás hijos y nietos. Con todas las limitaciones, con todas las expectativas de lo que queremos en la vida, ¿podemos vernos en este camino para siempre?

Si no es así, esta semana te reto a que averigües por qué y trabajes en ello; o que descubras una alternativa:

¿Nos vemos formando parte de esto a lo largo de las generaciones que están por venir? Si vemos algunas dificultades, debemos encararlas y resolverlas.




Tengo el poder de una visión y previsión claras en cada parte de mi vida.

Las vendas son retiradas.

Puedo ver el árbol completamente desarrollado dentro de la semilla recién plantada.

Capto la relación causa y efecto que gobierna a toda la realidad.

Mis elecciones y acciones en la vida están motivadas por los resultados finales y no por ilusiones momentáneas.

Ahora puedo ver más a través de mis ojos; percibir más a través del ojo de mi mente; sentir más a través de mi intuición.

En tiempos antiguos, si tenías una pregunta, la escribías y se la entregabas a tu líder espiritual local. Él respondía a la pregunta y te devolvía el papel con tu “prescripción”; a veces se trataba de una solución espiritual, otras de una tarea física para transformar la situación.

Los grandes kabbalistas como el Baal Shem Tov nunca leían un trozo de papel. Él podía mirar un papel y decirte todo acerca de la persona que lo había escrito. Él veía en el interior de su alma, en la raíz de su problema y no diagnosticaba y trataba el problema. Él trataba a la persona.

En el mundo médico, los síntomas se presentan, se diagnostican y se tratan. En la homeopatía, a menudo se lleva a cabo una investigación más profunda, pero el concepto es similar.

En nuestra propia vida, y en las vidas de los que nos rodean, no podemos tratar a las personas como trozos de papel y no podemos limitarnos a contestar o a hacer preguntas.

No podemos tratar la pregunta. Debemos tratar a la persona.

Mi madre y maestra, Karen Berg, dice a menudo que cuando una persona acude a ti con un problema, no puedes ayudarla si lo haces desde tu propia perspectiva. Tienes que borrarte a ti mismo, ponerte totalmente en los zapatos de esa persona y sentir cuál es su perspectiva, independientemente de cuál sea la tuya.

Si alguien te llama y te cuenta lo que le está pasando, no puedes limitarte a escuchar el problema. Debes escuchar a la persona. Si alguien dice: “Estoy enojado”, lo más fácil es decirle que medite, rece y lo deje ir. Pero la pregunta que debemos hacer es: “¿Por qué estás enojado, y con quién?”. La línea de preguntas continúa y al final llegamos al verdadero problema.

Lamentablemente, tal como está el mundo hoy en día, cuando hay un problema buscamos una venda. Mientras logremos detener el sangrado por ahora, nos quedamos satisfechos.

Debemos ser conscientes de la naturaleza del problema y asegurarnos de que las soluciones funcionan a largo plazo.

Si una persona tiene un problema en los riñones y le das Vicodina sin saber que tiene tendencias adictivas, no estás solucionando el problema; estás añadiendo otro problema.

Tenemos que mirar el cuadro completo y esforzarnos por enfocarnos en las soluciones. Eso es lo que vinimos a hacer aquí, para nosotros mismos y para el resto del mundo. Esta semana, piensa sobre –e incluso afronta a– las personas que estás tratando como problemas, los problemas que no estás encarando y las soluciones que sabes que pueden requerir un mayor esfuerzo, pero crearán cambios duraderos.




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