Los sentimientos que han sido resistidos, rechazados, negados, desterrados, en realidad no desaparecen; viven en la oscuridad del inconsciente, sin hogar y hambrientos de amor, moviendo los hilos de nuestras relaciones, nuestros cuerpos, nuestro trabajo en el mundo, interponiéndose en el camino de nuestra alegría. Gritando por atención, en el fondo del Inframundo, minan y agotan nuestra vitalidad y autoexpresión, nos hacen volvernos reactivos, compulsivos y obsesivos, deprimidos y ansiosos, y finalmente afectan nuestra salud física ... todo en su intento de obtener nosotros para escuchar Hasta que un día, recordamos, todos los sentimientos son sagrados y tienen derecho a existir en nosotros, incluso los más desordenados, incómodos y dolorosos. Y recordamos volvernos hacia nuestros sentimientos en lugar de huir. Para suavizarlos. Para dejarles espacio en lugar de adormecerlos o ignorarlos. Estos fantasmas hambrientos, ahora alimentados con nuestro amor, nuestra cálida atención, nuestra ...